Penelope dejó su bolso de piel marrón, sus zapatos de tacón y su vestido de domingo sobre un banco de pino verde en el anden.
Espera que llegue el primer tren meneando el abanico. Me sonrió con los ojos llenitos de ayer, no era asi su cara ni su piel, pensé.
Yo no soy quien tu esperas, respondió.
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