Sabes que duele, siento que mata.
Abrí el cajón
Por más que me estiraba y jalaba, no podía entrar.
Al torcer la mano, clic, la muñeca tronó.
Siento el ardor.
Después de unos minutos me acostumbre y fue
entonces que decidí hacer lo mismo con el codo.
Se siente que escurre, que camina por la piel.
Es el turno del tobillo, la rodilla me cuesta un poco de trabajo.
Un martillazo, dos, listo.
Me estoy acostumbrando al calor del dolor.
Ahora si, entro en tu cajón, junto a tu oso morado y las canicas.
No fue mi intención manchar tus horas de juegos.
Tus risas me dieron la bienvenida, las muy coquetas.
El beso de tu madre no fue muy amable, se escondió detrás de tu cassette de Cri-Cri.
Te escuche girar sobre la cama, fue entonces cuando saqué mi mano y cerré el cajón.
Me abracé a tu primer beso, tu primer erección me estaba molestando,
pero cuando se junto la felación, el cajón durmió.
Sueño, sueño, sueño.